Abogados e Inteligencia Artificial: el nuevo reto


Creado por: María José Maldonado Flórez
La irrupción de la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) está marcando un antes y un después en la práctica del Derecho en Colombia. Herramientas como ChatGPT están transformando la forma en que los abogados redactan documentos, analizan jurisprudencia y se relacionan con sus clientes. Así lo revela el análisis “IAG y el Derecho” , elaborado por el abogado y experto en tecnología jurídica Pablo Márquez , quien plantea una reflexión profunda sobre las oportunidades y riesgos que trae consigo esta revolución tecnológica.
El tema fue eje central de las charlas “IA Generativa para Abogados: Aplicaciones Prácticas y Estrategias Legales” y “IA Generativa y el futuro del Derecho: Desafíos y oportunidades para los abogados del mañana”, realizados en el marco de la Lección Inaugural del programa de Derecho y que contaron con la participación de estudiantes y egresados. En estos espacios se discutieron las implicaciones éticas, técnicas y formativas que trae la integración de la IAG en la profesión jurídica.
“Lo que parecía ciencia ficción es hoy una herramienta práctica y poderosa”, asegura Márquez. “La IA está transformando nuestras tareas, la forma de ejercer y las habilidades que necesitamos como abogados”.
Según el informe, la IAG ya se emplea para automatizar labores como la redacción de contratos, la revisión documental y la consulta de jurisprudencia. Estas aplicaciones no solo optimizan el tiempo, sino que prometen democratizar el acceso al conocimiento jurídico. Sin embargo, Márquez advierte que esta transformación no implica el reemplazo del abogado, sino su evolución.
“La IA no es el fin del abogado… es el comienzo de una nueva versión”, subraya. “Más importante que saberlo todo, es saber cómo preguntar y cómo decidir”.
Uno de los aportes clave del documento es la clasificación de tareas jurídicas según su nivel de automatización. Márquez señala que funciones como la redacción de textos jurídicos estándar, la investigación básica y la revisión de contratos podrían ser altamente automatizables en un plazo de tres años. En contraste, actividades como la asesoría personalizada, la negociación o la toma de decisiones éticas seguirán requiriendo del criterio humano.
“Solo los abogados pueden garantizar que la tecnología sirva a la justicia y no a la eficiencia sin alma”, sostiene Márquez, quien llama también a una reflexión ética urgente en torno al uso de estas herramientas.
El análisis insiste en la necesidad de una formación jurídica adaptada a los nuevos tiempos. Para el autor, los abogados del futuro deben dominar no solo el pensamiento crítico y los fundamentos éticos, sino también herramientas tecnológicas y habilidades como el Legal Prompting, es decir, la capacidad de formular instrucciones precisas legales para modelos de lenguaje como los LLM (Large Language Models).
"No basta con no temerle a la IA, hay que aprender a trabajar con ella. Adaptarse rápido será lo que marque la diferencia", afirma con convicción.
Finalmente, el estudio reconoce avances normativos en el país. La Sentencia T-323 de 2024 de la Corte Constitucional, por ejemplo, establece principios fundamentales como la transparencia, la responsabilidad humana y la protección de datos para el uso de tecnologías emergentes en el sistema judicial.
En síntesis, el informe no solo advierte sobre los riesgos de una adopción crítica de la IAG, sino que propone una hoja de ruta para una convivencia armónica entre la innovación tecnológica y los principios del Derecho, donde la ética, la responsabilidad y la formación permanente sean pilares irrenunciables.
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